ERROR: LO QUE DIOS DICE SIEMPRE ES LO MAS COSTOSO - ORACIÓN PODEROSA: LA ORACIÓN MENTAL, OÍR A DIOS

Oración de la mañana y oración de la noche para oír a Dios con seguridad mediante el recogimiento y la confianza en la Divina Misericordia. Francisco José Crespo Giner, numerario del Opus Dei.

ERROR: LO QUE DIOS DICE SIEMPRE ES LO MAS COSTOSO

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         Hay quien asegura identificar los mensajes divinos mediante una regla general: si se oponen a mis gustos o contradicen mis tendencias. Es una conjetura frecuente en personas perfeccionistas y voluntariosas. Quizá du­dan del valor práctico del abandono confiado ante la fal­ta de fuerzas y, sin reconocerlo con claridad, lo conside­ran poesía espiritual o, incluso, un ingenioso consuelo frente a la pereza. Es fácil entender lo despectivo que puede resultar este planteamiento para nuestro Señor, el más benévolo y habilidoso de los organizadores.

      Jacques Philippe aclara brillantemente este error con un ejemplo personal: "Como a todos, de vez en cuando me sucede esto: Me voy a dormir después de un día bastante agotador. Entonces, encantado de meterme en la cama que me espera, percibo una ligera sensación interior que me dice: «¿No entrarías un rato en la capilla para acompañarme?» Tras algunos instantes de descon­cierto y resistencia, del tipo: «Jesús, ¡exageras, me noto agotado, y si no cuento con mi dosis de sueño, mañana estaré de malhumor!», termino por consentir y por pa­sar unos momentos con Jesús. Al final, me voy a dormir en paz y tan contento, y al día siguiente no me despierto más fatigado que de costumbre. Gracias Señor, era tu Voluntad, ahí están los frutos.

       No obstante, a veces me sucede al revés. Ante una dificultad grave que me preocupa, me digo: esta noche rezaré durante una hora en la capilla para que se resuel­va. Y al dirigirme hacia allí, una voz me dice en el fondo de mi corazón: «¿Sabes?, me complacería más que te fueras a acostar de inmediato y te fiaras de mí; yo me ocupo de tu problema». Y recordándome mi feliz condi­ción de «servidor inútil», me voy a dormir en paz, aban­donando todo en las manos del Señor... Lo anterior sig­nifica que la Voluntad de Dios desea del hombre el máxi­mo amor, pero no forzosamente el mayor sufrimiento... ¡Hay más amor en descansar gracias a la confianza que en angustiarse por la inquietud!" [1].
 
      El motivo de fondo está en que el Señor no quiere que impidamos todo el mal que se puede evitar. Basta leer la desolación que demuestran los siervos de la pa­rábola al contemplar los campos de trigo llenos de ciza­ña: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Y la respuesta del amo que corregía el celo de sus empleados: "No, no vaya a ser que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo" [2]. De modo semejante, tampoco exige que realicemos todo el bien que sea posible hacer por­que, según el doctor angélico, el hombre "no está obli­gado a observar cuanto se deriva de la perfección de la caridad" [3], sino que es suficiente con que aspire a ese fin.

      El Señor no busca la ruina terrena de las vidas, ni desea nuestro pesar. Si alguna vez pide algo, le gusta exponer por qué y matizar los detalles que convierten el encargo en asequible y llevadero. De ahí que, plan­teamientos del tipo: "¿Me mortifica? Entonces lo quiere Dios", supongan una ofensa no pequeña a su Bondad, comprensiva y esmerada hasta el extremo. Es lógico que a los que se rigen por este principio, les horrorice la ora­ción mental. Y puede que improvisen mil argumentos interiores contra la escucha silenciosa quizá porque, en el fondo, prefieran no oírle.


Página sugerida a continuación: No siempre es de Dios lo sorprendente o novedoso

1    En la Escuela del Espíritu Santo, Rialp Patmos, Madrid 2005, p. 58.
2    Mt 13, 28-29.
3    S. TOMÁS DE A., S. Th., II-II, q. 186, a. 2, r.

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