PENSAR: INTERROGAR A DIOS Y ESCRIBIRLO TODO SI PUEDO - ORACIÓN PODEROSA: LA ORACIÓN MENTAL, OÍR A DIOS

Oración de la mañana y oración de la noche para oír a Dios con seguridad mediante el recogimiento y la confianza en la Divina Misericordia. Francisco José Crespo Giner, numerario del Opus Dei.

PENSAR: INTERROGAR A DIOS Y ESCRIBIRLO TODO SI PUEDO

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     La oración mental no es un monólogo, ni consiste en disertar internamente acerca de un tema. Tampoco se trata de un análisis reflexivo, ni mucho menos un tiempo para organizar las tareas de la jornada. Tiene por objeto disponer el alma, lo más receptiva posible, ante el volcán del Amor del Espíritu Santo. Y esto se logra con rapidez mediante el coloquio, con toda la riqueza de ma­tices que encierra ese término: comunicación por tur­nos, alternancia de afectuosas preguntas y respuestas, gestos amistosos, interés mutuo, escucha atenta. Como es lógico, la parte medular reside en las ideas que envíe Dios, objeto central de estas líneas.

      Es el sistema habitual del que se sirven los espíritus puros, esos seres más perfectos que los hombres, cuan­do intentan saber lo que desconocen. Santo Tomás de Aquino ha dejado escrito que "la locución con que los ángeles hablan a Dios, alabándole, es ininterrumpida. Pero la locución por medio de la que le preguntan acer­ca de lo que se ha de hacer, solo la utilizan cuando se les ocurre comenzar algo nuevo, sobre lo cual desean ser iluminados" [1]. A menudo se olvida modo asombro­so que, cuando alguien quiere entender lo que dice su interlocutor, guarda silencio y escucha sus palabras; le pregunta. Es una afirmación elemental que ha ayudado a muchos en su relación con Dios.

      Las almas con experiencia tienen bien comprobado que una simple consulta al Señor, seguida de silencio atento, solucionará en gran medida las aparentes seque­dades que creemos atravesar en la oración mental, lo que supone una prueba indudable de su utilidad.

       También es práctica usual en los niños, quienes ape­nas dialogan sin pedir explicaciones continuas. Mons. Nguyen Van Thuan fue el primer postulador de la causa de beatificación de Marcel Van, abierta el 26 de marzo de 1997. Marcel era un joven vietnamita de catorce años que aprendió muy pronto la importancia de dirigirse a Dios del mismo modo con el que dialogaba con los chi­cos de su edad.

      Jesusito, hace rato que deseo preguntarte algo. Me lo responderás, ¿no es así? La gente dice que durante tu niñez nunca reías ni llorabas, que permanecías tran­quilo aun cuando tenías hambre, que aceptabas que tu mamá hiciera de ti lo que quería. ¿Es cierto eso?
      Ante todo, pequeño Van, debes comprender que se­gún mi naturaleza divina, soy la segunda Persona de la Trinidad Beatísima y que, por consiguiente, soy uno con el Padre y con el Espíritu Santo. Sin embargo, por ser huma­no, encontraba en mí las debilidades de la infancia... Con la diferencia de que no tenía tus defectos. No era goloso, ni turbulento como tú. Lloraba a veces, pero si mi Madre me consolaba, me detenía de inmediato. Por otra parte, si un niño no ríe nunca, hace que toda su familia pierda la felicidad. En aquel tiempo me desenvolvía en todo igual que los demás niños. Cuando nos visitaban nuestros pa­rientes y me daban dulces, los aceptaba contento y los co­mía con gusto.
       Dios Padre ni una sola vez permitió que tuviéramos que pasar hambre o sed. Además, María era previsora y, en especial, confiaba en su verdadero Padre celestial. Conmigo, ella se conducía como una madre, pero con Dios actuaba con el candor de una niña. Si necesitaba algo, solo sabía alzar su mirada al Cielo y pedírselo a Dios Padre con toda sencillez y sinceridad. Y como esa con­fianza y naturalidad agradan mucho a Dios, mi Madre obtenía todo por lo que oraba, según ya te ha dicho ella. Por ejemplo, cuando no tenía harina para hacer el pan, se contentaba con decir: "Padre, ¡hoy «tu pequeño» y tus hijos no tienen qué comer!" Luego detallaba: no tienen más harina, les falta sal, etc. Y después, permanecía en paz como de costumbre. El verdadero Padre del Cielo se apresuraba a dar cumplimiento a sus plegarias, de mane­ra natural, sin recurrir a portentosos milagros.
      一Dime, Jesusito, ¿usabas sandalias?
      一Sí, pero no se parecían a las actuales, sino a las que usan los campesinos en Vietnam. No tenía unas lindas sandalias; más bien, unas muy comunes. Lo mismo que mi ropa.
      一Oh Jesús, te lo ruego, quema todos mis defectos y mis malos hábitos en el fuego de tu amor. Mi bienamado Jesús, que el ardor de tu cariño incendie mis pecados, incluso los que aún no he cometido.
      一Hermanito, en especial, acepta todas las incomodi­dades que te envío; así me complaces más que si ayunaras durante un siglo. Y aunque soportaras como yo la muerte en cruz, no sería mejor que la mortificación que quiero enseñarte aquí, la obediencia. Es el mayor sacrificio. Solo amo el holocausto de la docilidad [2].

      Aprendamos a desenvolvernos en este juego de pre­guntas y respuestas, tan esencial entre los ángeles, como entre los amigos. Todo puede ser motivo de diálogo con Dios, según sugiere san Josemaría: "El tema de mi ora­ción es el tema de mi vida" [3]. La clave está en proponer­se asuntos que nos interesen de pleno y no abusar de generalidades, o abstracciones, más propias de una la­bor teológica. Santa Faustina recibió esa misma adver­tencia: "Hoy el Señor me ha dicho: Hija mía, me dicen que tienes una gran sencillez, entonces ¿por qué no me hablas de cuanto te concierne, aun de los más pequeños detalles? Háblame de todo. Quiero que sepas que con esto me procurarás mucho gozo. Respondí: Pero, Señor, Tú lo sabes todo. Y Jesús me contestó: Sí, Yo lo sé todo, pero tú no te justifiques diciendo que Yo sé, sino que con la naturalidad de una niña, cuéntamelo todo, porque tengo el oído y el corazón vueltos hacia ti y tus palabras me son agradables" [4]. Preguntar cuestiones concretas y prácticas a Dios, consultarle nuestros asuntos, no es una quimera ni algo propio de especialistas. Debería ser la actitud ha­bitual de la oración, alentados por la seguridad de que recibiremos el valioso consejo divino.

      En 1974, durante una tertulia con san Josemaría, le propusieron que explicara cómo se sabe lo que el Señor pide a cada uno. La contestación, ante cientos de perso­nas, fue: "¿Y por qué no se lo preguntas a Él? No es una salida de tono. Te advierto que te responderá" [5]. Lo tenía bien experimentado: Dios habla y podemos fiarnos to­talmente de lo que discernimos bajo determinadas con­diciones.

      Cuando el Salvador, en boca de san Juan, quiere en­derezar el rumbo de una de sus primeras iglesias, sumi­da en la más profunda tibieza, en el insensible aburgue­samiento que aniquila, reptando, el fervor de los buenos cristianos, recurre a que cambien su modo de rezar: no les anima a que hablen a Dios, sino a que le atiendan, a que descubran su voz, como sistema seguro de abando­nar ese penoso estado. "Yo, a cuantos amo, los reprendo y castigo. Por tanto, ten celo y arrepiéntete. Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo" [6]. "Si al­guno escucha mi voz." Se percibe un tono de reproche propio del que se interesa en hablar con todos, pero difí­cilmente encuentra a quien quiera o sepa oírle.

      Aun así, el problema habitual seguirá siendo apren­der a detectar esas respuestas. Veamos algunas carac­terísticas de esos mensajes para reconocerlos con más claridad.


Página sugerida a continuación: Dios habitualmente se comunica flojo


1     S. TOMÁS DE A., S. Th., I, q. 107, a. 3, r. 2.
2     P. MARIE MICHEL, L'Amour me connaít, Le Sarment Fayard, Paris 1990, p. 34.
3     SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, n. 174, 6a ed. Rialp, Madrid 1973, p. 361.
4     Diario, n. 921, Levántate, Granada 2003, p. 361.
5     Apuntes tomados en una tertulia el 13.IV. 1974.
6     Ap 3, 19-21.

4 comentarios:

  1. Francisco José: Gracias a Dios le doy por tu entrega y tu por ayudar a tanta gente. Dios te colme de bendiciones y con la vida eterna. Desde Argentina un gran cariño

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    1. Cómo me alegra que hayas leído esta página de mi blog! Rezaré por ti para que también el Señor te colme de bendiciones. Desde Valencia con todo mi afecto.

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  2. Francisco muchas gracias por tus enseñanzas, que Dios te siga bendiciendo a tí y a todos los numerarios de la Obra. Hace muchos años tuve la fortuna de trabajar en un colegio Aspaen. Intentaré aplicar lo que has escrito. Abrazo desde Colombia

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    1. Me alegro muchísimo de que hayas trabajado en Aspaen, un colegio labor personal de la Obra. Esos años te los recompensará nuestro Señor. Ya sabes lo que dijo en el Evangelio: "le daré 100 veces más en casas, padres, madres, hermanos, hermanas..." Te diré una cosa más: tu propósito de practicar la oración mental, es inmensamente superior a lo que hiciste ayudando a ese Colegio. Proponte si quieres una hora de oración al día. No te defraudará. Los muchos que he visto que lo han hecho me cuentan cosas que erizan la piel: alegría desbordante, esperanza inquebrantable, mejor salud física, solución de problemas "irresolubles",..., incluso mejoras en el sueldo. Es que Dios necesita mucho de la gente que práctica esta alta oración; por eso la premia tanto. Te cuento lo que le funciona a los que veo que la hacen diariamente: levantarse media hora antes de lo normal todos los días y salir de casa hacia una Iglesia abierta. Llevar la libreta y bolígrafo, o el móvil para escribir. Y por la tarde, hacer otra media hora antes que ninguna cosa pendiente. Mucho mejor saliendo de casa hacia una iglesia pero, si no lo consigues, también vale en tu dormitorio cerrada la puerta. Y cuéntame por favor tus dificultades al practicarla. Un cordial saludo.

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