Para razonar que "siempre lograré recogimiento", conviene antes comprobar dos afirmaciones:
a) Dios siempre permite que se dialogue con Él cuando deseamos recogernos con este fin tan bueno que es hacer su Voluntad.
La validez de lo que se acaba de enunciar es casi intuitiva, porque refleja una característica propia del amor perfecto, sin tregua pendiente de los demás y de facilitar que mejoren. Pero también, está confirmada por Jesús al describir a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, a quien se atribuye, por apropiación [1], la tarea de inspirar a los hombres: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre [2]. Cuando uno pretende recogerse y, por este medio, realizar lo que Dios inspire, como es el caso, se le ama del modo en que Él quiere ser amado -Si alguno me ama, guardará mi palabra [3]-. Es superfluo añadir que nuestro deseo de hacer su Voluntad incluye, como es lógico, sus mandamientos. En otras palabras, estamos en sintonía con las condiciones establecidas por san Juan y mencionadas antes. Es verdad que tan solo con la intención pero, si hay sinceridad, es suficiente para que se conceda la promesa [4]: nos asistirá Alguien -Consolador e Inspirador- que aplicará su estilo característico de actuar sobre el alma, con ideas, mociones, silencio fortificante, etc. O más en concreto, Dios siempre quiere dialogar, al menos, cuando deseamos recogernos con el fin de cumplir su Voluntad.
La validez de lo que se acaba de enunciar es casi intuitiva, porque refleja una característica propia del amor perfecto, sin tregua pendiente de los demás y de facilitar que mejoren. Pero también, está confirmada por Jesús al describir a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, a quien se atribuye, por apropiación [1], la tarea de inspirar a los hombres: Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre [2]. Cuando uno pretende recogerse y, por este medio, realizar lo que Dios inspire, como es el caso, se le ama del modo en que Él quiere ser amado -Si alguno me ama, guardará mi palabra [3]-. Es superfluo añadir que nuestro deseo de hacer su Voluntad incluye, como es lógico, sus mandamientos. En otras palabras, estamos en sintonía con las condiciones establecidas por san Juan y mencionadas antes. Es verdad que tan solo con la intención pero, si hay sinceridad, es suficiente para que se conceda la promesa [4]: nos asistirá Alguien -Consolador e Inspirador- que aplicará su estilo característico de actuar sobre el alma, con ideas, mociones, silencio fortificante, etc. O más en concreto, Dios siempre quiere dialogar, al menos, cuando deseamos recogernos con el fin de cumplir su Voluntad.
b) Por otra parte, resulta completamente insostenible que el hombre aplaque las pasiones perjudiciales de la oración por sí solo. Esta doctrina es algo más que intuitiva; se comprueba con facilidad en la práctica. Asimismo, como ya se ha dicho, fue anunciado por el Señor sin margen de interpretación: ...porque sin mí no podéis hacer nada [5].
Por tanto:
-si, según se acaba de ver [6], el recogimiento de las pasiones es condición necesaria para que nuestro diálogo quede protegido de injerencias, algo que sin duda prefiere Dios;
-si Dios siempre está dispuesto a dialogar con nosotros, mucho más si intentamos recogernos con el fin de cumplir su Voluntad (cfr. a);
-si nos resulta completamente imposible recoger las pasiones sin ayuda de Dios (cfr. b);
-si Dios siempre está dispuesto a dialogar con nosotros, mucho más si intentamos recogernos con el fin de cumplir su Voluntad (cfr. a);
-si nos resulta completamente imposible recoger las pasiones sin ayuda de Dios (cfr. b);
Se concluye que El Señor me asistirá cuando yo quiera controlar las pasiones con el objeto de hacer su Voluntad, y lo conseguiré siempre.
Además, como efecto de esa asistencia divina perenne, podemos deducir que existe una especie de recogimiento suficiente, que es el que se recibe, y con el que alcanzamos la seguridad tan necesaria en la oración mental. Veamos cómo obtenerlo.
Página sugerida a continuación: Recogimiento: (...) Que procure calmar las pasiones con un previo acto interior de abandono confiado
1 Todas las obras ad extra de Dios, es decir, las que no son intratrinitarias, son llevadas a cabo por las tres Personas de la Santísima Trinidad. Pero del mismo modo que utilizamos la semejanza del vestigio o de la imagen que encontramos en las criaturas para entender a las Personas divinas, así también nos servimos de sus atributos esenciales. La manifestación de las Personas por medio de los atributos esenciales recibe el nombre de apropiación. Jesucristo las usó por primera vez cuando llamó "Paráclito" (que significa "Consolador, Amor infinito") al Espíritu Santo (Jn 14, 16) y san Pablo menciona a Cristo como "Poder de Dios y Sabiduría de Dios" (1Co 1, 24).
1 Todas las obras ad extra de Dios, es decir, las que no son intratrinitarias, son llevadas a cabo por las tres Personas de la Santísima Trinidad. Pero del mismo modo que utilizamos la semejanza del vestigio o de la imagen que encontramos en las criaturas para entender a las Personas divinas, así también nos servimos de sus atributos esenciales. La manifestación de las Personas por medio de los atributos esenciales recibe el nombre de apropiación. Jesucristo las usó por primera vez cuando llamó "Paráclito" (que significa "Consolador, Amor infinito") al Espíritu Santo (Jn 14, 16) y san Pablo menciona a Cristo como "Poder de Dios y Sabiduría de Dios" (1Co 1, 24).
2 Jn 14, 15-16.
3 Jn 14, 23.
4 Dios no envía su Espíritu solo al que acaba de cumplir una de sus peticiones, entre otras cosas, porque el Paráclito le ha asistido también en el momento en que deliberaba si sujetarse o no a ese precepto. Por eso, de modo semejante, es fiable deducir que aplica esa promesa cuando nota que nuestro deseo de enmienda es verdadero; incluso antes, para lograr que ese propósito sincero se imprima en nosotros. Jesús no enviaba su Espíritu solo a los casi impecables, o a los que hubieran realizado alguna obra meritoria. Mas bien se dirigía a los pecadores: Pues si vosotros, siendo malos sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc 11, 13). Es decir, a "todos" y "siempre", con tal de que se lo pidan, por ejemplo, con el recogimiento que buscamos para ser inspirados y hacer su Voluntad.
5 Jn 15, 5.
6 Cfr. comienzo del presente capítulo, y el principio del apartado "El idioma habitual de Dios: los pensamientos".
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