No deberíamos asumir como respuesta divina cualquier representación gráfica que aparezca de modo súbito en la mente, es decir, independiente de nuestro razonamiento: por ejemplo, de un paisaje relacionado con el asunto que se esté tratando, del rostro de una persona conocida, de una historia sentimental imaginada por intensa y coherente que nos parezca, etc.
Al terminar una clase sobre oración y recogimiento, despertó mi curiosidad uno de los asistentes. Me comentó que estaba gozoso por el modo tan claro con que contesta Dios.
—Durante la charla que has impartido, busqué su Presencia, he unido mi voluntad a la Suya asegurándole que haría lo que me pidiera. Y, después, le he preguntado si puedo compaginar la dedicación de tiempo a mi mujer y mis chicos con un curso de pádel a las siete de la tarde, al salir del trabajo.
—¿Y qué te ha respondido?
—Se me ha representado una raqueta en la mente.
Cuando le alerté de que las imágenes repentinas no son seguras, se sorprendió. Le parecía un sistema limpio y redondo.
Cuando le alerté de que las imágenes repentinas no son seguras, se sorprendió. Le parecía un sistema limpio y redondo.
—Si hemos recibido el don de la imaginación, ¿por qué no lo utiliza Jesús para hablarnos? No veo nada malo en las imágenes.
Repitió todos los pasos y esperó una respuesta en su entendimiento o en su voluntad. No la obtuvo. El más absoluto vacío reinaba en su interior. Insistió en varias ocasiones sin éxito. Pasados tres días, la gerencia de su empresa le ofreció un puesto en el control de producción que aumentaba sus ingresos, pero le exigía permanecer hasta el cierre. Lo aceptó y se esfumaron las clases de pádel. Aunque Dios podría comunicarse con nosotros a través de este sentido interno, en la práctica es muy difícil determinar con seguridad el origen de esos mensajes. Y hay una causa. Sabemos que el demonio no puede acceder al intelecto y la voluntad del hombre, pero, como explicaba santo Tomás de Aquino, su capacidad le permite actuar en nuestra imaginación según le convenga [1].
Lo mismo cabe afirmar de los recuerdos aislados que nos asalten durante la oración bien preparada: no son fiables. Esto se debe a que la memoria sensitiva no es una potencia espiritual y, por tanto, queda bajo el influjo angélico.
Distinto sería si, en pleno coloquio divino seguro, el intelecto o la voluntad acudieran a la memoria. En este caso, los recuerdos que seleccionamos así según un tiempo y orden lógico, establecido por alguna de esas dos potencias, permiten continuar resguardados por la tutela de Dios [2].
Que las imágenes o recuerdos se desaconsejen como medios inequívocos de oración mental, o que no sean comparables al poder y profundidad de las potencias superiores, no significa que se tengan que excluir de la vida de piedad. Por ejemplo, la imaginación es utilísima para introducirnos en la casa de Nazaret, y ayudarnos a trabajar junto a José, o a recorrer los caminos de Palestina con Jesús y su Madre. Oración que quizá no alcance la altura de la mental, pero que puede llenar de entusiasmo y nuevas perspectivas los momentos más apagados del alma; o enriquecer nuestra labor diaria. En absoluto se insinúa un rechazo permanente de la imaginación y los recuerdos.
Conviene subrayar que las ideas aisladas son algo muy distinto de las imágenes. No se está diciendo que las ideas aisladas -es decir, que no provienen de procesos discursivos- o las mociones repentinas de la voluntad sean peligrosas. Al contrario; si están protegidas por el cuidadoso recogimiento aquí explicado y por el deseo de obedecer a Dios, serán perfectamente válidas y convendrá que nos fiemos totalmente de ellas. Se trata del conocimiento por impresión o iluminación, que es el modo que Dios utiliza para hablar a los ángeles [3]. En ocasiones, lo utiliza también con el hombre.
Conviene subrayar que las ideas aisladas son algo muy distinto de las imágenes. No se está diciendo que las ideas aisladas -es decir, que no provienen de procesos discursivos- o las mociones repentinas de la voluntad sean peligrosas. Al contrario; si están protegidas por el cuidadoso recogimiento aquí explicado y por el deseo de obedecer a Dios, serán perfectamente válidas y convendrá que nos fiemos totalmente de ellas. Se trata del conocimiento por impresión o iluminación, que es el modo que Dios utiliza para hablar a los ángeles [3]. En ocasiones, lo utiliza también con el hombre.
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1 "Los ángeles, tanto los buenos como los malos, son capaces de excitar, con su virtud natural, la imaginación del hombre. Esto se explica así: Hemos dicho (q. 110, a. 3) que la naturaleza corporal está bajo el poder del ángel en cuanto al movimiento local. Luego todas aquellas cosas que pueden producirse por medio de dicho movimiento, caen también bajo el poder natural de los ángeles" (S. TOMÁS DE A., S. Th., I, q. 111, a. 3).
2 "Debido a que los ángeles conocen los seres corporales y sus disposiciones, por este medio pueden conocer lo que hay en el apetito y en la percepción imaginativa de los animales e incluso en el de los hombres, cuyo apetito se desencadena siguiendo algún impulso corporal. Sin embargo, los ángeles no tienen por qué conocer el movimiento del apetito sensitivo o la percepción imaginativa del hombre en cuanto movidos por la voluntad y por la razón" (S. TOMÁS DE A., S. Th., I, q. 57, a. 4, r. 3).
3. "Dios imprimió en la mente del ángel las semejanzas o especies de las cosas" (S. TOMÁS DE A., S. Th., I, q. 56, a.23, r.). "El ángel (...) conoce sin ningún proceso discursivo" (S. TOMÁS DE A., S. Th., I, q. 58, a. 3, o. 3).
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